jueves, 3 de abril de 2008

Un trabajo difícil

Me encuentro en la oficina de ventas de la empresa comercializadora para la cual trabajo. Aquí permaneceré hasta las seis de la tarde, a menos que la “dictadura del cliente” disponga otra cosa.
El cliente es quien nos da de comer, y sus hábitos forzan a las empresas a hacer malabares para continuar en el mercado o reducir costos, llegando incluso al recorte de personal sin importar si este último tiene vida, familia, come, bebe, viste.
El cliente es un ser amorfo, heterogéneo e inmutable; y la principal característica de su inmutabilidad es su condición voluble.
El cliente es amable, y atenderlo causa en un servidor una grande satisfacción. Aunque a veces no lo es tanto, y causa indiferencia en quien lo atiende.
El cliente es quisquilloso, y exige un trato y servicio que muchas veces, él mismo no es capaz de dar a los demás.
Otras ocasiones, el cliente se porta intransigente y grosero, y uno tiene que aguantarlo, preguntándose por qué tanto miedo a perder el empleo, tras medir al cliente y saber que se le puede derribar con un solo golpe (y si no, hay muchas otras maneras de hacerle la malora).
El cliente ignora, y uno tiene que ayudarle a saber. Aunque otras veces, el cliente sabe demasiado, y uno debe entonces cuidarse de él, pues con esta falsa ignorancia pretende pasarse de listo haciéndose el tonto.
El cliente realmente ignora, y cuando uno trata de ayudarlo no escucha, o bien, tergiversa lo que se le dice, y se queda igual. Este cliente ya nació así. Lo que Natura no da, yo no lo presto. Y a diferencia del cliente nefasto, a este no se le puede hacer la malora, pues no existe actitud previa que la justifique.
Al cliente se le agradece su preferencia, pero cansa verlo todos los días.
El cliente NO tiene la razón... SE LA DAN aquellos empleados cuyo servilismo va en proporción directa a su nivel jerárquico, y en proporción inversa al respeto de mi dignidad.
Atender gente es un trabajo difícil. Ojalá estuviera mejor pagado.

3 comentarios:

Jorge Jaramillo Villarruel dijo...

Saludos. Antes que otra cosa, quiero agradecerte el tiempo que has dedicado a leer en mi blog, sobre el empleo y la explotación.

Hace tiempo, como dije en aquella entrada, trabajé para la Secretaría de transporte. Impartí capacitación para el servicio (a taxistas). Era buen trabajo, satisfactorio y humano. Convivir con esa gente fue extraordinario. El problema era todo lo demás. Uno de los temas que impartí es "Calidad en el servicio", y tocábamos temas muy parecidos a los que tocas en esta entrada.

Como me dices en el comentario que me dejaste, tú te negaste a hacer un trabajo que no te corespondía, tú no permitiste que se tomara más de ti que aquello por lo que se te paga (mucho o poco, pero estipulado de antemano); otros sí lo permiten. Allí radica el problema. Tendremos al menos la satisfacción de educar a nuestros hijos (si los hay algún día) con esta forma de pensamiento, con este valor de sí mismos.

Saludos, con La mano en la ventana.

Jorge.

Solzimer dijo...

Recuerda que el cliente "siempre pierde la razón

Unknown dijo...

Se te olvidó mencionar a los clientes publicitarios Slim que son la muerte.